Un Manual para un suelo vivo…

Son cada día más las voces expertas que sostienen que se hace urgente que el suelo sea considerado como un ente vivo con el fin de prolongar la sanidad y sustentabilidad de los huertos.

En algunos casos, los huertos tienen una vida más corta, producida por la compactación de los suelos, y en muchos casos se debe arrancar los cultivos para tratar los suelos interviniéndolos con maquinaria para producir un nuevo ablandamiento y volver a colocar cultivos, en un ciclo que cada vez es más corto y menos sustentable.

En general la agricultura en este aspecto ha avanzado mucho, pero falta información y aplicación de nuevas tecnologías o conocimientos para mantener suelos aptos para producir de manera óptima y nada garantiza que al cabo de unos años el problema de la compactación vuelva a presentarse.

La investigación científica habla de “suelos vivos”, que significa atender no sólo los aspectos físicos o químicos del suelo, sino que también atender fuertemente los aspectos biológicos, cualidad principal que le da el carácter de vida al suelo.

Los suelos vivos no se compactan, debido a que bajo la superficie existe una serie de organismos vivos que, al cumplir su labor natural, dejan el terreno aireado y con buena capacidad de drenaje y estructura.

Cómo se determina un suelo vivo?

El Observatorio para la Innovación Agraria, Agroalimentaria y Forestal OPIA, informa que se realizó en las dependencias del Centro Regional de Innovación Hortofrutícola de Valparaíso, Ceres, el lanzamiento del “Manual de Determinación de la Condición Biológica de Suelo In Situ e In Visu en los Sistemas Agrícolas”, escrito por Carlo Sabaini y Gonzalo Ávila, director e investigador del programa.

El objetivo del manual es contribuir a que los productores agrícolas y otros actores perciban al suelo como un organismo vivo, fijando en el centro de la naturaleza de los suelos, la vida. Esto fundamentado en contenidos actitudinales, procedimentales y conceptuales que guían las observaciones y valoraciones cualitativas de los suelos.

Tras un período de cinco años de trabajo, el equipo de investigadores pudo determinar científicamente los ámbitos que debían estudiarse para determinar qué tan vivo estaba el suelo. Las investigaciones llegaron a conclusiones que asociaron que la Detritosfera y Rizósfera, que es el suelo inmediato a las raíces vivas, son las fuentes de materia orgánica y minerales; mientras que la Drilósfera, o suelo perforado por el accionar de las lombrices, actúa como la generadora de redes de bioporos que dejan las lombrices a su paso, al mismo tiempo que activa los microorganismos, en especial hongos; en tanto, la Agregatósfera y la Porósfera son la expresión física de la vida en los suelos.

El conocimiento de estas cinco esferas de influencia significó una innovación, ya que con esta metodología se bajó la evaluación mediante métodos de valoración visual de suelo, para que así pudiera ser fácilmente utilizada por los productores de cualquier parte del país. Para que un suelo sea considerado vivo o vital, debe cumplir niveles óptimos de desarrollo de estos cinco aspectos. En todo caso, si la condición de un suelo es pobre, o no cuenta con las cualidades óptimas, se puede revertir.

Los investigadores postulan que la clave es reconectarse con la matriz natural de los suelos, compuesta por estas cinco esferas, y tener una mirada sistémica e integral del sistema agrícola, porque todo lo que tiene que ver con la idea de recuperar la biología del suelo tiene que estar muy conectado con la planta y el contexto biogeográfico.

En esta perspectiva, se aconseja en muchos casos mantener con otra vegetación el huerto, de tal manera de provocar el desarrollo de materia orgánica y atraer con esto a los múltiples seres vivos que actúan como antagonistas de algunas plagas que pudieran desencadenarse. Hay algunos viñedos orgánicos que mantienen corredores vegetales vivos entre hileras para reemplazar el uso de pesticidas por enemigos naturales.

Lógicamente cada suelo tiene su particularidad, por lo que lo adecuado es analizar el estado biológico de ese suelo de manera particular y luego plantearse acciones específicas, las que con el tiempo se transformarán en una práctica recurrente y habitual.

“Este es un proceso que toma tiempo, pero esperamos terminar con las dependencias de fósforo y nitrógeno, y ojala llegar a plantar un frutal después de otro cultivo sin tener que preparar mecánicamente el suelo”, plantea Carlo Sabiani, director del programa.

Esta iniciativa fue posible gracias al financiamiento de Corfo, mediante el proyecto “Desarrollo de un paquete tecnológico de Restauración Biológica de suelos (RBS) para una fruticultura competitiva y sustentable”, llevado a cabo en diferentes sistemas agrícolas de la zona central de Chile, y se contó con el apoyo del Programa Regional de la Comisión Nacional Científica y Tecnológica, Conicyt.

Fuente: Martín Carrillo O. – Blueberries Consulting

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